Hoy traemos al blog la escultura dedicada al Obispo de Badajoz Juan Marin de Rodezno, que está situada desde Octubre 2014, en la Plaza Alta de Badajoz, ese espacio que a finales del siglo XVII estaba derruido y que él ayudó a reconstruir.
JUAN MARIN
DE
RODEZNO
Obispo de Badajoz entre
1681-1706
fue uno de us más ilustres
prelados
además de otras muchas obras
promovió la remodelación de
esta plaza
La escultura fue un obsequio del autor Jose Manuel Gamero Gil, y de la fundición al Ayuntamiento de Badajoz por el retraso en la instalación de la que dedicó a San Vicente de Paúl, en la plaza de Santo Domingo.
En la peana, de granito de Quintana, se ha tallado el torso, como si surgiese de la propia piedra y en bronce están fabricadas la cabeza y una mano, que sujeta los planos de la plaza con los soportales y las Casas Colorados. El fundidor fue el portugués Ruiz de Palmas, de la fundición Mae do Fogo, y la peana la talló Gamero Gil en Mármoles Nieto.
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Marín de Rodezno, Juan. Nájera (La Rioja), 6.I.1628 – Badajoz, 12.I.1706. Obispo de Badajoz, presidente y fiscal de la Inquisición.
Era
hijo de Pedro Marín de Rodezno y de Catalina Sáenz Ibáñez; nieto por
línea paterna de Pedro de Rodezno y de María Hornos Marín. Un tío suyo
carnal, Francisco, fue canónigo de Toledo, presidente de la Chancillería
de Granada, consejero de Castilla, señor de la villa riojana de
Rodezno, fundador de la capilla de San Francisco en su parroquia natal
de Santa Cruz de Nájera y autor de valiosos informes y obras jurídicas.
Sin duda influyó mucho en su sobrino.
Cursó
los primeros estudios en su ciudad natal, hizo después Jurisprudencia
en Salamanca, donde vistió beca del mayor de Cuenca. El año 1655 era
fiscal de la Inquisición de Córdoba. Fue presidente de la de Granada, de
la que pasó a la Suprema, donde permaneció hasta finales de 1680, en
que fue presentado por Carlos II para el Obispado de Badajoz, del que
tomó posesión el 8 de noviembre de 1681.
El
obispo Marín de Rodezno ha dejado huella por las obras y monumentos que
embellecen y perpetúan su memoria en la capital y pueblos de su
diócesis pacense.
Empleó
con magnanimidad toda su fortuna en el ornato de la catedral, de la
ciudad y de los conventos de religiosas. Construyó a sus expensas gran
parte de la Plaza Mayor, “do se juran los Señores Reyes”.
Socorrió
pródigamente a los conventos pobres. Reedificó los de Santa Catalina y
de las Descalzas. Construyó en la catedral la capilla mayor, la de la
Magdalena, la sacristía, las salas capitulares, el panteón del Cabildo y
las puertas, dejándolas en su actual estado.
Otra
de sus grandes construcciones fue el Palacio Episcopal y casas anejas,
que vinculó a una obra pía, administrada por el Cabildo catedral.
Compartió
su afición a las grandes construcciones con una caridad, rayana en la
prodigalidad, con que socorría a los pobres, cuyas necesidades remediaba
más allá de los límites de sus posibilidades, de suerte que la muerte
le sorprendió en la mayor pobreza. Esta doble faceta de su personalidad
queda perfectamente reflejada en la inscripción latina de su tumba en la
capilla de la Magdalena: “Omnia qui templis pauperibusque dedit”.
Fuente: Real Academia de la Historia
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