El santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila, en La Codosera, está siendo el destino de cientos de peregrinos de dentro y de fuera de Extremadura. Desde el 27 de mayo celebra su Año Jubilar, concedido por el papa Francisco, en reconocimiento y para conmemorar el 75 aniversario de las apariciones de la Virgen.
Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila |
Los años jubilares son años de gracia que convoca el Papa en tiempos especiales para mover a los fieles a una especial atención concreta por las necesidades de la Iglesia.
Año jubilar (Año de alegría) es llamado por los beneficios espirituales que conlleva. Se ganan indulgencias (indultos) y perdón por las penas de daño de los pecados cometidos y aún perdonados. Todos los pecados originan un daño que merece una purificación (Purgatorio). Así es que en tiempos de jubileo se perdonan esas penas de daño ganando indulgencias plenarias y librándonos de "tiempo" de Purgatorio, para vivos y difuntos.
Para ganar estos beneficios del Año jubilar son necesarias las siguientes condiciones:
- Visitar el Santuario Jubilar
- Profesar la Fe
- Celebrar el Sacramento de la Reconciliación (Confesión)
- Celebrar el Sacramento de la Eucaristía (Comunión)
- Rezar por las intenciones del Papa
El santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila atrae la devoción de Extremeños y Portugueses desde sus orígenes. En el año 1945 se apareció la Virgen a dos niñas de la localidad Marcelina y Afra. La noticia se divulgó rápidamente, y según cuentan los cronistas de estos sucesos, eran miles las personas que acompañaban a las videntes. La presencia de tantos peregrinos llevó además a la celebración de actos litúrgicos y a la edificación de una iglesia en el citado lugar. El tronco del castaño donde tuvieron lugar las apariciones se conserva hoy en una pequeña capilla próxima al santuario.
He estado en varias ocasiones en este Santuario, pues siempre me atrajo la historia de las apariciones de la Virgen de Chandavila, y he vuelto una vez más, por lo que seguidamente podéis ver unas fotos tomadas el pasado 29-10, durante mi visita al Santuario, con motivo de este Año Jubilar.
Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila |
Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila |
Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila |
interior del Santuario |
lugar donde está enterrado Jenaro Lázaro G.escultor de la imagen de la Virgen |
Capilla de la Reconciliación |
Capilla de la Reconciliación |
Capilla de Ofrendas |
Vía Sacra |
interior Capilla de la Reconciliación |
Museo Jenaro Lázaro Gumiel |
Museo Jenaro Lázaro Gumiel |
Museo Jenaro Lázaro Gumiel |
Museo Jenaro Lázaro Gumiel |
Las apariciones:
Eran las tres de la tarde del día 27 de Mayo de 1.945, cuando la niña Marcelina Barroso Expósito en compañía de su prima Agustina González (ambas de La Codosera), iban andando hacia el caserío próximo del "Marco", a cumplimentar un encargo de su madre.
Había recorrido unos tres kilómetros, cuando, al cruzar el paraje denominado Chandavila, reparó en un oscuro bulto que se divisaba sobre un castaño, distante unos sesenta metros, a la derecha del camino.
No hizo caso. Pero a la vuelta venía pensando si persistiría aún el extraño objeto. Sí, estaba allí. Y, como empujada por una fuerza interior, se acercó a verlo.
Grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen de los Dolores, elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando para el pueblo, aureolada de luceros brillantes, con manto negro, recamado de estrellas, manos juntas y rostro bellísimo, en el cual se reflejaba mortal y divina tristeza.
Había recorrido unos tres kilómetros, cuando, al cruzar el paraje denominado Chandavila, reparó en un oscuro bulto que se divisaba sobre un castaño, distante unos sesenta metros, a la derecha del camino.
No hizo caso. Pero a la vuelta venía pensando si persistiría aún el extraño objeto. Sí, estaba allí. Y, como empujada por una fuerza interior, se acercó a verlo.
Grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen de los Dolores, elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando para el pueblo, aureolada de luceros brillantes, con manto negro, recamado de estrellas, manos juntas y rostro bellísimo, en el cual se reflejaba mortal y divina tristeza.
Desaparecida la visión, la niña, llevada de su natural impulso, echó a correr hasta el pueblo, juntamente con su prima, aunque ésta nada había visto.
Al llegar a casa, pretendió guardar silencio, pero, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre todo lo ocurrido, extendiéndose muy pronto la voz por el vecindario.
Al llegar a casa, pretendió guardar silencio, pero, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre todo lo ocurrido, extendiéndose muy pronto la voz por el vecindario.
Gran expectación se levantó en el pueblo, ante este hecho, que sin embargo lejos de olvidarse, se volvió a repetir.
El día 4 de Junio, por la mañana, a los nueve días de la primera aparición, se le presenta de nuevo a Marcelinita, en Chandavila, la Santísima Virgen, y le dice que vuelva por la tarde, que tiene que hacer un sacrificio en presencia de todos los concurrentes.
El día 4 de Junio, por la mañana, a los nueve días de la primera aparición, se le presenta de nuevo a Marcelinita, en Chandavila, la Santísima Virgen, y le dice que vuelva por la tarde, que tiene que hacer un sacrificio en presencia de todos los concurrentes.
Ella obedeció, y ante más de un millar de personas, españolas y portuguesas, efectuó esa tarde una marcha extática, que llamó poderosamente la atención.
Estando la niña a unos sesenta metros del castaño, muy pronto se le manifiesta, en el azul del cielo, nuestra Señora de los Dolores, que, poco a poco, fue descendiendo hasta colocarse delante del árbol, como la vio la vez primera.
Invitó a la niña a que anduviera de rodillas el trecho que Ella la separaba. Mas, como pusiera algún reparo, la animó la Madre del Dolor, diciéndole: "No temas. No te pasará nada. Yo iré poniendo delante de ti una alfombra de juncos y yerbas para que no te hagas daño".
Desde el regato, la niña comenzó a andar de rodillas por entre las dos filas que le abrían los espectadores.
Su madre, la señora Agustina, que se hallaba presente se desmaya.
Permaneció unos diez minutos arrodillada junto al árbol.
Entretanto, ve que se entreabre el castaño y aparece detrás de él, adornada de lámparas preciosas, una hermosa iglesia.
En el altar se halla la Virgen María. Esta le indica que moje sus dedos en la pila del agua bendita y se santigüe, gesto que contemplan todos los circunstantes.
Después la Aparición baja del retablo y le pregunta que si quería irse con ella. Al contestarle: "Sí, Señora, ahora mismo", la Santísima Virgen se sonríe, la abraza y la besa en la frente, sintiendo la niña sobre su cara el roce del manto de la Madre de Dios.
Además, le expresa su deseo de que en el mismo lugar se levante en su honor una capilla.
Estando la niña a unos sesenta metros del castaño, muy pronto se le manifiesta, en el azul del cielo, nuestra Señora de los Dolores, que, poco a poco, fue descendiendo hasta colocarse delante del árbol, como la vio la vez primera.
Invitó a la niña a que anduviera de rodillas el trecho que Ella la separaba. Mas, como pusiera algún reparo, la animó la Madre del Dolor, diciéndole: "No temas. No te pasará nada. Yo iré poniendo delante de ti una alfombra de juncos y yerbas para que no te hagas daño".
Desde el regato, la niña comenzó a andar de rodillas por entre las dos filas que le abrían los espectadores.
Su madre, la señora Agustina, que se hallaba presente se desmaya.
Permaneció unos diez minutos arrodillada junto al árbol.
Entretanto, ve que se entreabre el castaño y aparece detrás de él, adornada de lámparas preciosas, una hermosa iglesia.
En el altar se halla la Virgen María. Esta le indica que moje sus dedos en la pila del agua bendita y se santigüe, gesto que contemplan todos los circunstantes.
Después la Aparición baja del retablo y le pregunta que si quería irse con ella. Al contestarle: "Sí, Señora, ahora mismo", la Santísima Virgen se sonríe, la abraza y la besa en la frente, sintiendo la niña sobre su cara el roce del manto de la Madre de Dios.
Además, le expresa su deseo de que en el mismo lugar se levante en su honor una capilla.
Marcelina, tuvo más encuentros con la Virgen, en otras ocasiones acompañada de más personas, entre las que se encontraba su maestra, doña Josefa Martín. Estuvo en un colegio de religiosas de Villafranca de Los Barros (Badajoz) para posteriormente ingresar como religiosa, en la Congregación de Hermanitas de la Cruz, el 2 de Agosto de 1.875, en Sevilla, dedicándose al cuidado de enfermos, huérfanos, pobres y ancianos, tomando como nombre Sor María de la Misericordia de la Cruz. Hoy se encuentra en un Convento de clausura, en Ciudad Real.
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Afra Brígido Blanco, nació el 21 de Enero de 1.928 y a sus diecisiete años, el 30 de Mayo (festividad del Corpus), a las tres de la tarde (a la misma hora de la aparición de la Virgen a Marcelina), determinó ir con sus amigas a Chandavila.
Nada más llegar le pareció ver, entre unas nubes, algo que simulaba una capilla y muy clara la forma exacta de una cruz.
Al día siguiente, fue a la misma hora, a dicho lugar, donde ya se encontraban reunidas muchas personas.
Se sentó frente al castaño de las apariciones, y vio salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, de perfil, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, decide volver a casa con sus amigas.
Se sentó frente al castaño de las apariciones, y vio salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, de perfil, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, decide volver a casa con sus amigas.
A los pocos días fallece su abuela paterna, Afra, se viste de luto y apenas sale a la calle. Pero ante la insistencia de sus amigas, la convencen para que vuelva a Chandavila, a lo cual accede con el permiso de su madre, la señora Cipriana.
Era el 17 de Junio, y sentada en uno de los castaños de enfrente, vuelve a ver la aparición de forma idéntica a la vez anterior. Entra en éxtasis y comienza a andar de rodillas por el regato. La Virgen le pide que se levante, y entonces sigue andando hasta el castaño. Al llegar allí se arrodilla, y entabla una conversación con la Virgen.
La Virgen le dice que siempre estará a su lado, le comunicó un secreto, le predijo grandes sufrimientos y al final le manda darle un beso a Marcelinita (que estaba allí presente), y diciéndole que se persigne, cosa que ejecutó al instante. En otras apariciones posteriores, La Virgen le pidió el rezo del Santo Rosario y la construcción de una ermita en aquel lugar, así como un sacrificio: que cantara en la misa solemne del día 4 de Septiembre, deseo que se cumplió, por indicación espontánea del señor Cura Párroco de La Codosera.
Afra y otras amigas, entre ellas Marcelina, estuvieron en Villar del Rey desde el domingo, día 21 de Julio, hasta el 24, víspera de Santiago, y el mismo domingo visitaron la ermita de Nuestra señora de la Encarnación o de la Rivera, Patrona de la localidad, y fueron allí todos los días, mañana y tarde, para dar gracias por un favor recibido.
En una de sus visitas (lunes, día 22) y cuando estaban realizando el Vía Crucis, Afra, entró en éxtasis en la XI estación, delante de un cuadro de la Santísima Trinidad, colocado al lado de la Epístola, casi en el centro de la ermita, y vio el calvario de Nuestro Señor Jesucristo y su crucifixión, sintiendo un dolor muy agudo en las palmas de las manos.
A raíz de este hecho, le salen a Afra, primero unas llagas en las manos, con incisión en el centro, en forma de clavo, después otra llaga en el costado, que chorreaba sangre, produciéndole un dolor insoportable, y finalmente las llagas de los pies. Las llagas de manos y pies con el tiempo fueron agrandándose y terminaron por pasar de parte a parte, apareciéndole la incisión por el dorso. La sangre brotaba principalmente los viernes. Afra fue sometida a exámenes médicos y a curas por parte de un practicante, sin conseguir que las heridas cerraran. También es digno de destacar el olor que despedía, un olor perfumado y agradable.
Ha vivido y trabajado en un hospital, en Madrid, dedicándose a obras de caridad, hasta su muerte el 23 de Agosto del 2008, a la edad de 80 años, tras una larga y penosa enfermedad.
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