En una entrada de ayer (ver aquí) tratamos sobre tecnologías sencillas frente al calor, y en concreto sobre el botijo, y quedábamos para una posterior entrada sobre el abanico.
Abanico: Instrumento compuesto por un conjunto de varillas
articuladas por un extremo y pegadas por el otro a una tela o un papel
que se despliega con ellas en semicírculo.
Seguidamente podéis ver una muestra de abanicos, de aquí, Bodonal.
La física del abanico: ¿Cómo puede enfriarnos un artilugio que lo único que hace es remover
el aire caliente? El mecanismo del abanico no se explica por fórmulas
matemáticas tan complejas como las del botijo. Pero también tiene su
ciencia. Concretamente, tiene que ver con la primera ley de la termodinámica y un proceso conocido como convección.
El aire es un mal conductor del calor y de la humedad. Así, en un
ambiente cerrado, el aire estático que nos rodea está saturado, caliente
y cargado de humedad. Pero todo cambia si lo ponemos en movimiento. Si
esta envoltura gaseosa se renueva por acción de un abanico (o un ventilador) se produce la transferencia de calor por convección forzada o asistida. Es decir, el calor se disipa al desplazar el aire que nos rodea.
Eso sí, esta solución es solo temporal. Si estamos en una habitación
cerrada, llegará un momento en el que todo el aire en su interior esté a
una temperatura igual o superior a la de nuestro cuerpo. Ahí se acaba
la magia del abanico. Cualquiera que se haya quedado dormido en una
noche de verano con un ventilador puesto y se haya despertado sudando
sabe de qué estamos hablando.
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