Hoy ha pasado por Bodonal "El afilador", que ahora muy modernizado, se desplaza en un Citroen Berlingo, y el sonido de la flauta es grabado, y puesto en un altavoz.
El afilador suele ser un comerciante ambulante, que ofrece sus servicios de afilar cuchillos, tijeras navajas y otros instrumentos de corte.
En España, ya es historia la imagen del artesano recorriendo las
calles del pueblo o la ciudad anunciando su paso con el "pito del
afilador" con su breve melodía haciendo sonar
las notas de su escala tonal, de graves a agudas y viceversa, como una
escalerilla musical. En el pasado, los afiladores solían ser también reparadores de paraguas.
vehículo que utiliza El afilador (Bodonal 11-9-2019) |
"¡El afiladooooor..!" hace unas décadas estas dos palabras se
escuchaban, junto a un característico sonido, en las calles de toda
España. Las profesiones y los trabajos, sin embargo, cambian y se
adecuan en función de las necesidades del mercado. La tecnología, la
competitividad y la falta de tiempo hacen que la mayoría de los trabajos
que requieren un esfuerzo manual sean reemplazados por la industria,
por lo que ante este vertiginoso ritmo, el afilador ha desaparecido casi
por completo de las ciudades. Su característica melodía suena ya a
nostalgia, ya que no existe generación de relevo que pueda continuar el
oficio de los afiladores que, paulatinamente, van llegando a la edad de
la jubilación.
El afilador, óleo sobre lienzo pintado sobre 1790 por Goya |
Monumento al afilador, Nogueira de Ramuin (Orense) |
Subido a lomos de una moto o una bicicleta a las que se acopla la rueda
de afilar, el pedaleo del afilador provoca que ésta gire para realizar
el acerado de tijeras o cuchillos. Pero además de trabajar a domicilio,
desde mediados del siglo pasado estos afiladores ambulantes se hicieron
también sedentarios y realizan su oficio dentro de los mercados en los
que, aparte de afilar, venden las herramientas relacionadas con su
trabajo, una manera de sobrevivir y adaptarse a los cambios.
Supersticiones sobre el Afilador:
Superstición: Creencia que no tiene fundamento racional y que consiste en
atribuir carácter mágico o sobrenatural a determinados sucesos o en
pensar que determinados hechos proporcionan buena o mala suerte.
En algunos pueblos mientras que suene la música del afilador se ponen un trapo negro en la cabeza, pues según las personas mayores da muy buena suerte.
En algunos pueblos mientras que suene la música del afilador se ponen un trapo negro en la cabeza, pues según las personas mayores da muy buena suerte.
En otros lugares, al paso del afilador la gente se sacudía la ropa para tirar la mala suerte.
Y en otros sitios, se dice que la presencia del afilador trae la lluvia, quizás porque la mayoría de ellos provenian del Norte.
También en otros pueblos, cuando se escucha la flauta de un humilde afilador que va
por la calle ofreciendo sus servicios, acostumbran quedarse parados
hasta que el sonido se aleja por la calle.
Muchos presagios han cambiado su sentido al paso de Europa a América;
uno de ellos, es el augurio de el afilador. Por ejemplo en México, el sonido de la flauta da una íntima alegría
en las amas de casa, pues creen que es anuncio de buenos augurios y
responden al sonido haciendo cruces o sacudiéndose la bastilla de los
vestidos. ¡El afilador viene, y con él, la buena fortuna...!
¿A qué se debe que se consideraba – se considera todavía- de mala suerte
escuchar esta música? Muy probablemente, a la memoria desagradable de la presencia de
gitanos en el pueblo.
Antiguamente los gitanos llegaban y acampaban por las orillas del poblado y
paseaban por las calles ofreciendo sus servicios como soldadores,
barberos, peluqueros, panaderos, costureras, adivinos, así como
afiladores de tijeras, cuchillos, machetes y otras herramientas. Eran –o
son todavía- hombres que, errantes por tradición, van por pueblos y
ciudades en busca de la vida. Nada del otro mundo. Pero es tradición
también que muchas veces explotaban la superstición de la gente y al
adivinar la suerte por las líneas de la mano o la baraja española, las
buenas gentes crédulas fueran despojadas de artículos valiosos o dinero;
y se corrió la mala fama de que tras la partida de los gitanos,
desaparecían animales de los corrales y hasta niños.
Augurios y presagios populares que duermen en lo profundo del espíritu
de los pueblos. Supersticiones y creencias muy arraigadas por las que
podemos asomar al alma de los pueblos.
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Como cita literaria del oficio de afilador, puede servir este breve párrafo del segundo volumen de los Episodios Nacionales de Galdós, en el que el amolador madrileño Pacorro Chinitas, comparte con el protagonista, un jovencísimo Gabriel Araceli, algunas reflexiones sobre un acontecimiento histórico concreto como fue el de la Invasión Francesa. Dice así Galdós, por boca de su personaje:
"Mira Gabrielillo -dijo
incorporándose y apartando de la rueda las tijeras, con lo cual cesaron
por un momento las chispas-; tú y yo somos unos brutos que no entendemos
palotada de cosas mayores. Pero ven acá: yo estoy en que todos esos
señores que se alegran porque han entrado los franceses, no saben lo que
se pescan, y pronto vas a ver cómo les sale la criada respondona. ¿No
piensas tú lo mismo?"
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