Hoy vamos a traspasar el ámbito habitual del blog para trasladarnos a un lugar impregnado de misterio, situado en La Codosera (a unos 60 Km. de Badajoz), muy cerca de Portugal.
He estado en varias ocasiones en este Santuario, pues siempre me atrajo la historia de las apariciones de la Virgen de Chandavila.
El santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila atrae la
devoción de Extremeños y Portugueses desde sus orígenes. En el año 1945 se
apareció la Virgen a dos niñas de la localidad Marcelina y Afra. La
noticia se divulgó rápidamente, y según cuentan los cronistas de estos
sucesos, eran miles las personas que acompañaban a las videntes. La
presencia de tantos peregrinos llevó además a la celebración de actos
litúrgicos y a la edificación de una iglesia en el citado lugar. El
tronco del castaño donde tuvieron lugar las apariciones se conserva hoy
en una pequeña capilla próxima al santuario.
Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila (jC 25-5-2014) |
Interior del Santuario (jC 26-4-2009) |
Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila (jC 25-5-2014) |
Las apariciones:
Eran las tres de la tarde del día 27 de Mayo
de 1.945, cuando la niña Marcelina Barroso
Expósito en compañía de su prima Agustina
González (ambas de La Codosera), iban
andando hacia el caserío próximo del
"Marco", a cumplimentar un encargo de su
madre.
Había recorrido unos tres kilómetros, cuando, al cruzar el paraje denominado Chandavila, reparó en un oscuro bulto que se divisaba sobre un castaño, distante unos sesenta metros, a la derecha del camino.
No hizo caso. Pero a la vuelta venía pensando si persistiría aún el extraño objeto. Sí, estaba allí. Y, como empujada por una fuerza interior, se acercó a verlo.
Grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen de los Dolores, elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando para el pueblo, aureolada de luceros brillantes, con manto negro, recamado de estrellas, manos juntas y rostro bellísimo, en el cual se reflejaba mortal y divina tristeza.
Había recorrido unos tres kilómetros, cuando, al cruzar el paraje denominado Chandavila, reparó en un oscuro bulto que se divisaba sobre un castaño, distante unos sesenta metros, a la derecha del camino.
No hizo caso. Pero a la vuelta venía pensando si persistiría aún el extraño objeto. Sí, estaba allí. Y, como empujada por una fuerza interior, se acercó a verlo.
Grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen de los Dolores, elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando para el pueblo, aureolada de luceros brillantes, con manto negro, recamado de estrellas, manos juntas y rostro bellísimo, en el cual se reflejaba mortal y divina tristeza.
Desaparecida la visión, la niña, llevada de
su natural impulso, echó a correr hasta el
pueblo, juntamente con su prima, aunque ésta
nada había visto.
Al llegar a casa, pretendió guardar silencio, pero, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre todo lo ocurrido, extendiéndose muy pronto la voz por el vecindario.
Al llegar a casa, pretendió guardar silencio, pero, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre todo lo ocurrido, extendiéndose muy pronto la voz por el vecindario.
Gran expectación se levantó en el pueblo,
ante este hecho, que sin embargo lejos de
olvidarse, se volvió a repetir.
El día 4 de Junio, por la mañana, a los nueve días de la primera aparición, se le presenta de nuevo a Marcelinita, en Chandavila, la Santísima Virgen, y le dice que vuelva por la tarde, que tiene que hacer un sacrificio en presencia de todos los concurrentes.
El día 4 de Junio, por la mañana, a los nueve días de la primera aparición, se le presenta de nuevo a Marcelinita, en Chandavila, la Santísima Virgen, y le dice que vuelva por la tarde, que tiene que hacer un sacrificio en presencia de todos los concurrentes.
Ella obedeció, y ante más de un millar de
personas, españolas y portuguesas, efectuó
esa tarde una marcha extática, que llamó
poderosamente la atención.
Estando la niña a unos sesenta metros del castaño, muy pronto se le manifiesta, en el azul del cielo, nuestra Señora de los Dolores, que, poco a poco, fue descendiendo hasta colocarse delante del árbol, como la vio la vez primera.
Invitó a la niña a que anduviera de rodillas el trecho que Ella la separaba. Mas, como pusiera algún reparo, la animó la Madre del Dolor, diciéndole: "No temas. No te pasará nada. Yo iré poniendo delante de ti una alfombra de juncos y yerbas para que no te hagas daño".
Desde el regato, la niña comenzó a andar de rodillas por entre las dos filas que le abrían los espectadores.
Su madre, la señora Agustina, que se hallaba presente se desmaya.
Permaneció unos diez minutos arrodillada junto al árbol.
Entretanto, ve que se entreabre el castaño y aparece detrás de él, adornada de lámparas preciosas, una hermosa iglesia.
En el altar se halla la Virgen María. Esta le indica que moje sus dedos en la pila del agua bendita y se santigüe, gesto que contemplan todos los circunstantes.
Después la Aparición baja del retablo y le pregunta que si quería irse con ella. Al contestarle: "Sí, Señora, ahora mismo", la Santísima Virgen se sonríe, la abraza y la besa en la frente, sintiendo la niña sobre su cara el roce del manto de la Madre de Dios.
Además, le expresa su deseo de que en el mismo lugar se levante en su honor una capilla.
Estando la niña a unos sesenta metros del castaño, muy pronto se le manifiesta, en el azul del cielo, nuestra Señora de los Dolores, que, poco a poco, fue descendiendo hasta colocarse delante del árbol, como la vio la vez primera.
Invitó a la niña a que anduviera de rodillas el trecho que Ella la separaba. Mas, como pusiera algún reparo, la animó la Madre del Dolor, diciéndole: "No temas. No te pasará nada. Yo iré poniendo delante de ti una alfombra de juncos y yerbas para que no te hagas daño".
Desde el regato, la niña comenzó a andar de rodillas por entre las dos filas que le abrían los espectadores.
Su madre, la señora Agustina, que se hallaba presente se desmaya.
Permaneció unos diez minutos arrodillada junto al árbol.
Entretanto, ve que se entreabre el castaño y aparece detrás de él, adornada de lámparas preciosas, una hermosa iglesia.
En el altar se halla la Virgen María. Esta le indica que moje sus dedos en la pila del agua bendita y se santigüe, gesto que contemplan todos los circunstantes.
Después la Aparición baja del retablo y le pregunta que si quería irse con ella. Al contestarle: "Sí, Señora, ahora mismo", la Santísima Virgen se sonríe, la abraza y la besa en la frente, sintiendo la niña sobre su cara el roce del manto de la Madre de Dios.
Además, le expresa su deseo de que en el mismo lugar se levante en su honor una capilla.
Marcelina, tuvo más encuentros con la
Virgen, en otras ocasiones acompañada de más
personas, entre las que se encontraba su
maestra, doña Josefa Martín. Estuvo en un
colegio de religiosas de Villafranca de Los
Barros (Badajoz) para posteriormente
ingresar como religiosa, en la Congregación
de Hermanitas de la Cruz, el 2 de Agosto de
1.875, en Sevilla, dedicándose al cuidado de
enfermos, huérfanos, pobres y ancianos,
tomando como nombre Sor María de la
Misericordia de la Cruz. Hoy se encuentra en
un Convento de clausura, en Ciudad Real.
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Afra Brígido Blanco, nació el
21 de Enero de 1.928 y a sus diecisiete
años, el 30 de Mayo (festividad del
Corpus), a las tres de la tarde (a la
misma hora de la aparición de la Virgen
a Marcelina), determinó ir con sus
amigas a Chandavila.
Nada más llegar le pareció ver,
entre unas nubes, algo que simulaba una
capilla y muy clara la forma exacta de una
cruz.
Al día siguiente, fue a la misma hora, a
dicho lugar, donde ya se encontraban
reunidas muchas personas.
Se sentó frente al castaño de las apariciones, y vio salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, de perfil, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, decide volver a casa con sus amigas.
Se sentó frente al castaño de las apariciones, y vio salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, de perfil, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, decide volver a casa con sus amigas.
A los pocos días fallece su abuela paterna,
Afra, se viste de luto y apenas sale a la
calle. Pero ante la insistencia de sus
amigas, la convencen para que vuelva a
Chandavila, a lo cual accede con el permiso
de su madre, la señora Cipriana.
Era el 17 de Junio, y sentada en uno de los
castaños de enfrente, vuelve a ver la
aparición de forma idéntica a la vez
anterior. Entra en éxtasis y comienza a
andar de rodillas por el regato. La Virgen
le pide que se levante, y entonces sigue
andando hasta el castaño. Al llegar allí se
arrodilla, y entabla una conversación
con la Virgen.
La Virgen le dice que siempre estará a su
lado, le comunicó un secreto, le predijo
grandes sufrimientos y al final le manda
darle un beso a Marcelinita (que estaba allí
presente), y diciéndole que se persigne,
cosa que ejecutó al instante. En otras apariciones posteriores, La Virgen
le pidió el rezo del Santo Rosario y la
construcción de una ermita en aquel lugar,
así como un sacrificio: que cantara en la
misa solemne del día 4 de Septiembre, deseo
que se cumplió, por indicación espontánea
del señor Cura Párroco de La Codosera.
Afra y otras amigas,
entre
ellas Marcelina, estuvieron en Villar del
Rey desde el domingo, día 21 de Julio, hasta
el 24, víspera de Santiago, y el mismo
domingo visitaron la ermita de Nuestra
señora de la Encarnación o de la Rivera,
Patrona de la localidad, y fueron allí todos
los días, mañana y tarde, para dar gracias
por un favor recibido.
En una de sus visitas (lunes, día 22) y
cuando estaban realizando el Vía Crucis,
Afra, entró en éxtasis en la XI estación,
delante de un cuadro de la Santísima
Trinidad, colocado al lado de la Epístola,
casi en el centro de la ermita, y vio el
calvario de Nuestro Señor Jesucristo y su
crucifixión, sintiendo un dolor muy agudo en
las palmas de las manos.
A raíz de este hecho, le salen a Afra,
primero unas llagas en las manos, con
incisión en el centro, en forma de clavo,
después otra llaga en el costado, que
chorreaba sangre, produciéndole un dolor
insoportable, y finalmente las llagas de los
pies. Las llagas de manos y pies con el
tiempo fueron agrandándose y terminaron por
pasar de parte a parte, apareciéndole la
incisión por el dorso. La sangre brotaba
principalmente los viernes. Afra fue
sometida a exámenes médicos y a curas por
parte de un practicante, sin conseguir que
las heridas cerraran. También es digno de
destacar el olor que despedía, un olor
perfumado y agradable.
Ha vivido y
trabajado en un hospital, en Madrid,
dedicándose a obras de caridad, hasta su
muerte el 23 de Agosto del 2008, a la edad
de 80 años, tras una larga y penosa
enfermedad.
Fuente: ¿Qué ocurrió en La Codosera? Autor: Fray
Antonio Corredor García."Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila"
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