Hoy quiero recordar algunas adivinanzas, acertijos, oraciones, asi como un cuento tradicional con los que disfrutabamos cuando eramos pequeños:
Adivina, adivinanza.
¿Cuál es el ave que no tiene panza?
(El Ave María)
Blanco por dentro,
verde por fuera;
si quieres que te lo diga,
es-pera.
(La pera)
Este banco está ocupado
por un padre y por un hijo:
el padre se llama Juan
y el hijo ya te lo he dicho.
(Esteban)
Oro parece,
plata-no es;
el que no lo adivine,
bien tonto es.
(El plátano)
Por un caminito adelante
va caminando un bicho
y el nombre de ese bicho
ya te lo he dicho.
(La vaca)
Una señorita muy señoreada,
siempre va en coche
y siempre va mojada.
(La lengua)
Alto, alto
como un pino
y pesa menos que un comino
(El humo)
Largo, largo
como un camino
y cabe en un pucherino.
(El hilo)
En la puerta está
y no quiere entrar.
(El umbral)
¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?
(Blanco)
¿De qué llenarías un botijo para que pese menos que vacío?
(De agujeros)
¿Qué pesa más, un kilo de hierro o un kilo de paja?
(Pesan lo mismo)
Tengo cien patos,
metí-dos en un cajón.
¿Cuántas patas y picos son?
(Cuatro patas y dos picos)
Un león muerto de hambre, ¿de qué se alimenta?
(De nada porque está muerto)Oraciones:
Angel de la guarda
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día.
Si me desamparas,
yo me moriría.
Cuatro esquinitas
tiene mi cama,
cuatro angelitos
que me dan compaña.
Esto era una hormiguita muy bonita que estaba barriendo la puerta y pasó
por allí un burro y le dijo:
—Hormiguita,
hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?
—Y por la
noche, ¿qué harás?
Y el burro
rebuznó y rebuznó y la hormiguita dijo:
—¡Uy, no,
no, que me asustarás!
Y pasó por
allí un gallo y le dijo:
—Hormiguita,
hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?
—Y por la
noche, ¿qué harás?
Y el gallo
hizo:
—¡Kikirikí!
¡Kikirikí!
—¡Uy, no,
no, que me despertarás! —dijo la hormiguita.
Pasó por
allí un perro y le dijo a la hormiguita:
—Hormiguita,
hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?
—Y por la
noche ¿Qué harás?
Y el perro
ladró y dijo:
—¡Guau!
¡Guau! ¡Guau!
—¡Uy, no,
no, que me asustarás! —dijo la hormiguita.
Y después
pasó por allí un ratoncito y le dijo:
—Hormiguita,
hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?
—Y por la
noche, ¿qué harás?
—Dormir y
callar, dormir y callar.
—¡Ay, sí,
sí! Me casaré contigo.
Y se casaron
y fueron muy felices.
Pero un día
la hormiguita se tenía que ir al río a lavar la ropa y le dijo al
ratoncito:
—Ratoncito,
ratoncito, me tengo que ir al río a lavar la ropa, quédate a cargo de la
olla,
destápala
de vez en cuando y vigila que no se queme.
—De
acuerdo, hormiguita, vete tranquila que yo cuidaré la olla —dijo el
ratoncito.
Y el
ratoncito al rato destapó la olla para ver si estaba bien y vio allí
flotando un buen trozo de apetitoso tocino.
—¡Hum! ¡Qué
tocino más rico! Si pudiera comerme un cachito...
Y alargó el
hocico y alargó el hocico a ver si atrapaba el tocino pero no llegaba y
tanto quiso llegar que se cayó a la olla y se ahogó.
Y cuando
llegó la hormiguita a casa no le encontraba y empezó a llamarle:
—Ratoncito,
ratoncito, ¿dónde estás?
Venga a
buscar, venga a buscar y el ratoncito que no aparecía. Y por fin destapó el
puchero y allí se encontró al ratoncito muerto.
Y la ratita,
muy triste, se lamentaba:
—¡Ay mi
ratoncito que se cayó en la olla y su hormiguita le llora y le llora! ¡Ay
mi pobre ratoncito que se cayó a la olla y su hormiguita cómo le llora!
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